Siempre recordare esa noche de lluvia, donde el frio más inhumano se carcomía las manos.
Como un depredador salvaje en busca de sangre, para calmar su hambre de muerte, así se tornaba la noche.
Y te vi sentada frente a mí… con esa mirada apacible, como si fuera fácil todo lo que sucedía, tu no me decías nada.
Recuerdo muy bien el temblor de mis manos, no estoy seguro aun porque fue, el frio… o tu sentada y yo hablando, no lo se.
Y me miraste a los ojos y descubrí el dolor tan infinito que guardaban tus entrañas, desde lo mas profundo gritaron, en ese momento escuche el dolor.
Cuando por fin tu alma entro en silencio, pronuncie esas palabras en forma de pregunta, lento, muy lento.
Un poco tonto creo yo, pues sabia la respuesta y quería atormentarme… un silencio eterno de milésimas de segundo. “ya no siento nada”
Ella ese día dio su veredicto, y con eso firmo mi acta de muerte, el paraíso que tanto amaba, lo vi como mi lecho de muerte.
Odie de corazón por un momento a toda criatura viviente que amara a esa mujer, y que esa mujer le correspondiera.
Es así que luego de un dolor inmenso, llego la paz extraña que ya mencione en un principio…
Y vi la imagen de un hombre sentado en un banco…
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