domingo, 30 de agosto de 2009

sin asunto

Amigo, hermano, parcero
Los juegos de niños
El amor puro de un abrazo
Las locuras de adolescentes
Las vivencias de adultos
La inocencia que tratamos de conservar por muchos años
El viaje hacia lo desconocido e infinito
El compartir tantos momentos juntos
El descubrir un mundo nuevo
El dolor con el cual nos acostumbramos a vivir
La ausencia que se hace presente
Los remanentes de una historia...

jueves, 20 de agosto de 2009

Al despertar siempre se le ocurrían las mejores historias para escribir, ya sea porque se las soñó mientras dormía o entre insomnios las concluyo, cosas sumamente fascinantes para relatar y atrapar cualquier lector incauto, sediento de distracción elaborada. Pero el único problema es que no tenía con que escribir ni tampoco en donde escribir, además siempre concluía que el mundo no merecía tan magno escrito y que terminaría mal lográndose en una carpeta depositada en el baúl de los olvido y recuerdos, y que él no era un escritor para despertar a las 3 de la mañana encendiendo todas las luces de la casa para empezar a escribir sin descanso antes de que la historia se le escapara, y hacer expresiones de loco mientras que escribía mas y mas…
Un color extraño tenía esa casa, en la mañana de aquel día que fui a visitarla; Era un blanco obscuro, una imagen viva de una gran casa colonial que se desvanecía en un fondo obscuro. Sus ventanas eran en marco de madera un poco vieja por los años, lo digo porque tenía agujeros que mostraban las marcas que la polilla, comején o broma ya habían hecho al interior de la madera innumerables caminos que intercomunicaban colonias con otras, muy parecido como a lo que ocurre con los humanos destructores y formadores de impresionante caos ordenado y cronometrado. Y efectivamente cuando me acerque y toque los barandales con cierto retoque circular logre desprender fácilmente un pedazo. La mañana no estaba de ningún clima, no tenia el día cara de lunes o de martes o por lo menos de un domingo que es el que mas cara perceptible tiene (como si los días tuvieran cara) .
-Disculpe Raúl que solo tenga aguapanela para ofrecerle
-No se preocupe
Los cabellos de esa mujer eran blancos, profundamente blancos como las nubes que adornan lo más alto de una montaña en una tarde de invierno, sus ojos profundos y misteriosos como si guardara un profundo secreto que no la dejara vivir tranquila… o tal vez morir tranquila, su cuerpo encorvado por los años por la falta de agua en sus articulaciones, su color de piel mestiza y un vestido blanco. La mesa de la cocina donde nos encontrábamos ahora, tenía un mantel bordado con grandes manchas de indescifrables comidas, tenía también sobras de arroz que alguna vez fuero cocinados y servidos en un plato, al parecer hace mucho porque los granos ya estaban muy duros algunos ya estaban con manchas grises. La mesa estaba contra una pared y daba paso para tener tres sillas nada más, el material de la mesa era de madera pero no la hizo un ebanista, se ve que la hizo una persona que tenía una vaga idea de cómo hacer una mesa, y utilizo unas cuantas tablas de alguna cama, y unos cuartones de madera que seguro compro por muy bajo precio (sorbo de aguapanela). Miradas profundas en la vieja cocina.
- ¿A qué se debe su visita Raúl?
- No lo se
- ¿Qué necesitas?
- No lo se
-¿Qué busca usted en esta vieja casa?
-¡No lo se!
La mujer mostraba una calma esa mañana extraña, sus ojos azabaches, su pelo negro hermoso, y su raza mestiza, su cuerpo delgado y bien escultura, un traje verde esmeralda oscuro escotado...
(esto es solo un pequeña parte de una pequeña historia que estoy escribiendo, escucho las criticas destructivas, y no lo hice trabado ni mucho menos, solo consumo alcohol. gracias)