sábado, 2 de febrero de 2013
No yo.
No soy yo, pues la muerte estaba de pie a mi lado.
Tal vez fue tu sonrisa que encierra la magia del universo.
O la lluvia de septiembre que ceñía la ropa a tu cuerpo.
Alzándose en perfectas montañas azul oscuro,
Tu cuerpo desbordaba su majestuosa belleza.
Ya no era yo, pues la muerte me abrazaba por el cuello.
Tal vez fueron tus ojos, blancos y café oscuro.
O el cabello que se dividía en riachuelos por tus hombros.
Tu piel blanca, tus labios rosados.
No eras tú, ni era yo; ya la muerte me arrastraba del brazo.
Era la mano que te encontró.
El brazo que cubrió tus hombros.
Y esos labios ajenos que osaron tocar los tuyos.
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